La legitimidad, efectividad y representatividad del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas lleva años en cuestión. La guerra de Ucrania, y el poder de veto que tienen en ese órgano los cinco miembros permanentes, que incluyen a Rusia y China junto a Estados Unidos, Francia y Reino Unido, han disparado los interrogantes sobre la capacidad del Consejo de cumplir con su misión como garante de la paz y la seguridad mundiales. Y en la Asamblea General de este año, donde además del conflicto en Europa la atención se vuelve a las reclamaciones de países emergentes y en vías de desarrollo de una participación más justa en el tablero del poder global y en la toma de decisiones, la reforma vuelve a tomar un papel prominente.